Recolección: Francisco Félix Durán
Mi padre, al irse, regaló medio
siglo a mi niñez.
El hombre no va a ninguna parte.
Todo viene al hombre, como el mañana.
Mi pobreza no es total: falto yo.
Si no levantas los ojos, creerás
que eres el punto más alto.
Mis ojos, por haber sido puentes,
son abismos.
Quien no llena su mundo de
fantasmas, se queda solo.
Lo indomesticable del hombre, no
es lo malo que hay en él: es lo bueno.
Las quimeras vienen solas y se
van acompañadas.
Hay dolores que han perdido la
memoria y no recuerdan por qué son dolores.
Quien se queda mucho consigo
mismo, se envilece.
Sí, es necesario padecer, aun en
vano, para no vivir en vano.
Estoy tan poco en mí, que lo que
hacen de mí, casi no me interesa.
Eres cuanto te necesitan, no
cuanto eres.
Algunas cosas se hacen tan
nuestras que las olvida- mos.
Te quiero como eres, pero no me
digas cómo eres.
Te asusta el vacío, ¡y abres más
los ojos!
Hoy no podría habituarme a cómo
seré mañana; mañana sí.
Quise alcanzar lo derecho por
sendas derechas. Y así comencé a vivir equivocado.
El hombre quisiera ser un dios,
sin la cruz.
Cuántos, cansados de mentir, se
suicidan en cualquier verdad.
Todo lo que llevo atado en mí, se
halla suelto, en cualquier parte.
Nadie te ha dado nada por nada si
nadie te ha dado el corazón, porque sólo el corazón se da por nada.
La humanidad no sabe ya adónde
ir, porque nadie la espera: ni Dios.
A veces necesito la luz de un
fósforo para alumbrar las estrellas.
Mi sed agradece un vaso de agua,
no un mar de agua.
Hasta el más pequeño de los seres
lleva un sol en los ojos.
Quien hace un paraíso de su pan,
de su hambre hace un infierno.
No hables mal de tus males a
nadie, que hay culpas de tus males en todos.
Sí, ya he oído todo. Ahora sólo
me falta callarme.
En el sueño eterno, la eternidad
es lo mismo que un instante. Quizá yo vuelva dentro de un instante.
Hay caídos que no se levantan
para no volver a caer.
Ahora el instante, luego lo
eterno. El instante y lo eterno. Y sólo el instante es tiempo, porque lo eterno
no es tiempo. Lo eterno es recuerdo del instante.
Quería conquistar. Pero no
conquistaba. Porque quería conquistar sin derrotar.
Mi alma tiene todas las edades,
menos una: la de mi cuerpo.
Lo que no se convierte en
recuerdo no fue. Y tal vez no es. Porque no fue.
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