La Esquina Rota: Memorias de un Caracol, y el autoboicot / Francisco Félix Durán

La infancia define nuestra vida adulta y por muy difícil que esta haya sido, “Igual que el alma todas las cosas se pueden reparar y nuestras grietas pueden celebrarse”, nos dice el director australiano Adam Elliot, en su reciente película animada en stop-motion: Memorias de un Caracol.

Este filme inspirado en algunas vivencias de su creador, nos presenta a Grace Pudel, una gemela que nació prematuramente, ocasionándole complicaciones en su desarrollo físico y problemas de salud, entre ellas un labio leporino por el cual le hacían bullying en la escuela. Igual que las mamás caracol, su madre murió cuando los dio a luz.

En ese contexto, ya nos imaginamos cómo pudo ser la vida de nuestra protagonista y su hermano, viviendo con un padre que fue un malabarista de circo, pero ahora es parapléjico y alcohólico. No me gustaría dar muchos detalles sobre la trama, porque siempre existe un ‘para colmo de males’ mientras crece; pero sí me gustaría decir que era muy amada por su madre desde antes de nacer, así como por su padre y hermano, y con este último compartía un mismo corazón.

Entonces, quisiera hablar de otras personas que la amaban, pero ella decidió autoboicotearse. Tal es el caso de sus padres adoptivos: una pareja swinger y fan de los libros de autoayuda, que cumplió legalmente con los deberes de la tutela: manutención, estudio y mucha motivación. Ellos la querían a su manera y está bien, el tema es cuando pensamos que deben queremos como deseamos o siguiendo las reglas morales de la sociedad.

Por otra parte, tenemos al hombre con quien decidió compartir su vida y disfrutaba del feederismo, parafilia que, al ser descubierta, ocasionó un conflicto en Grace y consideró que era utilizada, pero “muchas de las parafilias solo requieren que encuentres a alguien con gustos o características particulares. Su atracción patológica no implicaba que no sintiera amor, solo que la sexualidad había sido seriamente estigmatizada”, me comentó la psicóloga Karla Patricia Valdés García.

Finalmente, tenemos al personaje más importante para nuestra protagonista: se trata de una anciana llamada Pinky, quien podríamos decir que vivió una vida plena y divertida que generó grandes anécdotas. No me imagino estar viejo y contar que me la pasé trabajando o en un caparazón como Grace antes de conocer a su mejor amiga. Así es como surge la reflexión más importante: “La vida solo puede entenderse en retrospectiva, pero hay que vivirla hacia delante. Los caracoles nunca vuelven sobre su rastro”.


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