La infancia define nuestra vida
adulta y por muy difícil que esta haya sido, “Igual que el alma todas las cosas
se pueden reparar y nuestras grietas pueden celebrarse”, nos dice el director
australiano Adam Elliot, en su reciente película animada en stop-motion:
Memorias de un Caracol.
Este filme inspirado en algunas
vivencias de su creador, nos presenta a Grace Pudel, una gemela que nació
prematuramente, ocasionándole complicaciones en su desarrollo físico y
problemas de salud, entre ellas un labio leporino por el cual le hacían bullying
en la escuela. Igual que las mamás caracol, su madre murió cuando los dio a
luz.
En ese contexto, ya nos
imaginamos cómo pudo ser la vida de nuestra protagonista y su hermano, viviendo
con un padre que fue un malabarista de circo, pero ahora es parapléjico y
alcohólico. No me gustaría dar muchos detalles sobre la trama, porque siempre
existe un ‘para colmo de males’ mientras crece; pero sí me gustaría decir que
era muy amada por su madre desde antes de nacer, así como por su padre y
hermano, y con este último compartía un mismo corazón.
Entonces, quisiera hablar de
otras personas que la amaban, pero ella decidió autoboicotearse. Tal es el caso
de sus padres adoptivos: una pareja swinger y fan de los libros de autoayuda,
que cumplió legalmente con los deberes de la tutela: manutención, estudio y
mucha motivación. Ellos la querían a su manera y está bien, el tema es cuando
pensamos que deben queremos como deseamos o siguiendo las reglas morales de la
sociedad.
Por otra parte, tenemos al hombre
con quien decidió compartir su vida y disfrutaba del feederismo, parafilia que,
al ser descubierta, ocasionó un conflicto en Grace y consideró que era
utilizada, pero “muchas de las parafilias solo requieren que encuentres a
alguien con gustos o características particulares. Su atracción patológica no
implicaba que no sintiera amor, solo que la sexualidad había sido seriamente
estigmatizada”, me comentó la psicóloga Karla Patricia Valdés García.
Finalmente, tenemos al personaje
más importante para nuestra protagonista: se trata de una anciana llamada
Pinky, quien podríamos decir que vivió una vida plena y divertida que generó
grandes anécdotas. No me imagino estar viejo y contar que me la pasé trabajando
o en un caparazón como Grace antes de conocer a su mejor amiga. Así es como
surge la reflexión más importante: “La vida solo puede entenderse en
retrospectiva, pero hay que vivirla hacia delante. Los caracoles nunca vuelven
sobre su rastro”.
Comentarios
Publicar un comentario