Cuando niño, recuerdo haber visto
la escena de una película mexicana que nunca olvidé: un perro bravo al que los
estudiantes de primaria de un colegio temen, consigue escapar de su resguardo y
va directo a las duchas en donde de una mordida arranca el pene del
protagonista. Este filme homónimo del relato mencionado y dirigido por Jorge Fons
también habla de la castración dentro de un grupo que valora la masculinidad
hegemónica.
En ese contexto, nos encontramos
con Coellar, un estudiante de nuevo ingreso y posición acomodada, quien a pesar
de su infortunio sobrelleva lo sucedido e intenta demostrar su masculinidad
machista con actos audaces que sorprenden a sus amigos y llaman la atención de
las chicas.
Lamentablemente, al crecer y
durante el descubrimiento sexual de las juventudes, se enfrenta a la idea
errónea de que para ser un hombre y disfrutar de una vida sexual activa,
necesita un falo. Situación que lo lleva a alejarse de su grupo y caer en excesos
que le generan depresión.
Es así como la rebeldía
consentida por su condición cambia radicalmente cuando todos llegan a la edad
adulta. Ahora la masculinidad se demuestra con un buen empleo, una familia y un
patrimonio; así como con el cumplimiento de falsas reglas morales que lo
segregan.
Finalmente, el “Pichulita”, apodo
por el que conocían a Coellar, quien gozaba de una buena posición económica y
social, poco a poco fue degradado por la sociedad machista y burguesa en la que
creció, sin contar con ninguna oportunidad de reinserción.
¿Por qué nunca olvidé la escena
mencionada y me impactó tanto en la infancia? Porque la sociedad no ha cambiado
desde entonces, pero afortunadamente ahora están más fuertes los movimientos
que difunden las nuevas masculinidades y la diversidad sexual, así que solo
debemos escuchar o leer para aprender más y no repetir la historia del
“Pichulita”.
Comentarios
Publicar un comentario