En la vida no existe nada más
costoso que los hijos, situación por la que muchos no están preparados
económicamente para ser padres o al menos cumplir con sus obligaciones legales.
Incluso, hay quienes los consideran una inversión, pero en realidad no lo son,
debido a que son seres únicos que un día serán independientes, así que para
nada son un bien activo.
Ahora pensemos en quienes no
podrán con la responsabilidad y deciden abortar, no es una mala decisión
considerando que traerán al mundo un nuevo ser no deseado y además a sufrir,
pero qué pasa si deciden tenerlo y darlo en adopción, ¿esta opción garantiza el
bienestar y futuro del bebé? La Chica de la Aguja, del director sueco Magnus
von Horn, nos cuenta una de las tantas historias que podrían ocurrir.
El filme mencionado está basado
en una historia real sobre la asesina en serie Dagmar Overbye, quien
estranguló, quemó y arrojó a las alcantarillas a 25 bebés, pero fue juzgada por
la muerte de 9 en uno de los juicios más importantes de Dinamarca en 1921.
En ese contexto, nos encontramos
con Karoline en Copenhague, una mujer víctima de la postguerra que como muchas
sobrevive trabajando en una fábrica, iniciando un breve romance con el dueño y
resultando embarazada, pero la diferencia de clases impide esa unión y decide abortar
con una aguja en un balneario en donde conoce a su salvadora, una mujer que por
dinero le entregas al bebé recién nacido y ella consigue parejas adineradas que
no pueden tener hijos y están interesadas en la adopción.
¿Pero quiénes o cuántas parejas
podrían adoptar al final de la Primera Guerra Mundial? Recordemos que, aunque
Dinamarca fue neutral, sí sufrió una crisis económica debido a que el comercio
con el resto de Europa se interrumpió. Entonces, ¿cuándo las madres entregaban
a sus hijos para ser dados en adopción en serio creían que eso pasaría o solo
querían lavarse las manos de lo que pudiera ocurrir?
Incluso, el esposo que Karoline
creía muerto en batalla reaparece y le pide que conserven al bebé. Ella se
niega porque sufre neurosis de guerra y apenas les alcanza para techo y comida,
además de que el único trabajo que consiguió fue en un circo, gracias a la
deformación que una explosión le dejó en el rostro. Si se preguntan cuál
batalla debido a que Dinamarca no participó en la guerra, les comentó que Slesvig
del Norte sí lo hizo y que esta región en ese entonces pertenecía a Alemania,
hoy son daneses.
Finalmente, Karoline y otras
madres tienen que enfrentar la realidad tras descubrir el caso, que aclaro,
esto no es un spoiler porque es un hecho basado en la realidad, pero lo
interesante del filme además de su historia, es la denuncia que hace a la necesidad
de un aborto legal, porque lamentablemente en nuestra sociedad hay muchos
hombres como el esposo de la protagonista y afortunadamente hay mujeres que
reconocen cuando no es el mejor momento. Si la aguja hubiera funcionado o el
aborto hubiese sido legal, en los anales de la historia de Dinamarca no
existiría esta asesina en serie de bebés.
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