En esta novela el protagonista no
es el escritor que recorre las calles sino el entorno que habla y describe al
mundo, así es, nos encontramos ante una historia muy original en donde el autor
deja su mesa de trabajo para merodear la ciudad, en una metáfora de
transmutación entre el otoño y el invierno, tomándose el tiempo para observar,
escuchar e intentar recobrar el habla.
En ese contexto nos encontramos
con una de las premisas de Heráclito: “Nadie se baña dos veces en el mismo
río», si nos asomamos a la ventana con el afán de escribir, siempre habrá
distintos elementos en el paisaje que nos permitan contar algo nuevo en el
mismo contexto, pero si como menciona el autor: “A quien remonta los mismos
ríos, le dejan atrás otras cosas y otras corrientes”, comprendemos que afuera
de la habitación hay muchas más historias que contar.
Es así como el escritor sale de
su casa y comienza a recorrer la ciudad, tratando de evitar a la gente e
intentando responder algunos saludos aunque le cuesta articular las palabras,
se ha pasado tanto tiempo escribiendo sin más compañía que su gato que se ha
olvidado de hablar, aunque entiende que existen otros lenguajes como el del
amor cuando alimenta a su mascota o como el de los gorriones que al igual que
cuando les predicó San Francisco, también esperaron y asintieron al recibir las
pocas palabras que el autor les pudo emitir.
Ahora bien, que no desee el
contacto con los demás no lo abstiene de la soberbia que caracteriza a las y
los escritores, porque al pasar por una librería sí se detuvo a observar que su
libro se mantuviera en el escaparate, señal que estaba vigente y que seguía
vendiendo.
Por otra parte, mientras ve y
escucha a la gente, o siente y observa la naturaleza, sabe que “una obra era
algo en que el material casi no era nada y el ensamblaje casi todo”, en otras
palabras, entiende que la idea o inspiración no son nada sin la disciplina para
desarrollar la historia y con ello, otros elementos que aparecen y hay que
ensamblar de manera correcta para que funcione.
Finalmente, recordando Una
habitación propia, Virginia Woolf dijo “el mundo no le pide a la gente que
escriba poemas, novelas, ni libros de historia; no los necesita”. Concluyo de
esta manera porque al igual que en la novela La tarde de un escritor, el autor
se encuentra con un traductor que dejó de escribir porque sentía la inseguridad
de no ser útil y queda claro que traducir es una función muy importante que le
dio paz, por lo que comprendemos que la vocación de escribir no es para todos y
que quienes la llevan a cabo es debido a la necesidad urgente de expresar algo
le paguen o no.
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