La Esquina Rota: De qué hablo cuando hablo de escribir y el Premio Akutagawa / Francisco Félix Durán
“¡La poesía no es de quien la
escribe, sino de quien la usa!”, le responde el cartero a Neruda tras ser
increpado por el poeta, debido a que usó los versos del chileno para conquistar
a una mujer. Esto en la novela “El cartero de Neruda” de Antonio Skármeta y la
realidad es que tiene razón. Toda obra pertenece al creador y a quien la usa
como le plazca, pero no le pertenece a quien firma el trabajo sin haberlo
llevado a cabo.
Hago referencia a esta situación,
debido a la reciente ganadora del reconocimiento literario más importante de
Japón: el Premio Akutagawa, quien confesó haber usado inteligencia artificial
para escribir parte de su novela “La torre de la simpatía de Tokio”,
argumentando que permitió liberar su potencial creativo; pero sabemos que
escribir no se trata de inspiración, esta es solo una idea que surge: escribir
realmente consta de trabajo y disciplina.
En ese contexto, me gustaría
contarles del libro “De qué hablo cuando hablo de escribir”, del escritor
japones Haruki Murakami y cito: “El Premio Akutagawa tiene, a mi modo de ver,
un considerable halo mágico, un prestigio siempre realzado cuando ciertos
escritores se ponen a alborotar cuando lo ganan. Su autoridad queda aún más
patente porque existen escritores como Haruki Murakami, que se alejan
voluntariamente del mundo literario al no poder hacerse con él”, escribió en
una columna Soma Yuyu.
Leyeron bien, el eterno candidato
al Premio Nobel de Literatura y ganador del Premio Príncipe de Asturias de las
Letras jamás ganó el galardón más importante de su país; pero sí lo obtuvo
alguien que usó inteligencia artificial para concretar su obra, situación que a
mi parecer demerita este reconocimiento, porque la originalidad es algo
inconfundiblemente propio y no algo que la inteligencia artificial pueda
lograr, ya que si se le solicita escribir algo similar, podría repetir el
mensaje.
Si permitimos -o mejor dicho,
premiamos- a escritores que usan la inteligencia artificial, corremos el riesgo
de que las palabras caminen solas y como bien dice el autor en “De qué hablo
cuando hablo de escribir”: “Las palabras tienen poder y ese poder hay que saber
usarlo de una forma correcta”, porque cuánta razón tuvo el tío Ben cuando dijo:
“Un gran poder conlleva una gran responsabilidad”, ya que si las premiadas
figuras literarias usan esta herramienta, ¿en realidad quién es el que está
escribiendo e influyendo en el lector?
Además, qué hay de la arrogancia
del escritor. Si no la tienes es imposible serlo, explica Murakami. ¿Cómo tener
arrogancia si la obra no es completamente tuya? Porque si hemos de ser
sinceros, en todo momento la estrella real es el escritor, no quién tuvo la
idea o la vivencia como sucedió con “Relato de un náufrago”, de Gabriel García
Márquez, quien fue demandado por quien vivió el naufragio, con el argumento de
que esa era su historia. Pero obviamente, él jamás podría contarla como lo hizo
el escritor colombiano; tampoco importa quién corrija el escrito, porque de ser
así, el corrector de estilo sería la estrella y no el autor.
Concluyo diciendo que quienes
escribimos sabemos que la inspiración es constante, pero plasmar esas ideas y
concretar realmente un libro en cualquiera de sus géneros, es realmente un
trabajo arduo e individual. No me imagino pedir colaboraciones de algo que es
sólo mío y que no deseo compartir con nadie, más que con los lectores. Si
tienen la intención de escribir, les recomiendo “De qué hablo cuando hablo de
escribir”. Cuenta con esa narrativa sencilla, surreal y musical a la que nos
tiene acostumbrados Haruki Murakami, confesándonos algunas historias en su ya
consagrado viaje como escritor.
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