Hace poco llevé a mi niño a
consulta y el médico espetó: “¿él ya sabe la verdad sobre Santa Claus?”.
Cuestión a la que fingí demencia, pero por dentro tenía todo un rosario de
groserías y misterios de sufrimiento dirigidos a su persona. Lo que me llevó a
tener una conversación con mi hijo de siete años sobre qué era cierto y quién
lo hacía realidad.
Así que más allá de mencionarle
algunos pasajes del Nuevo Testamento que argumentan muy bien la fe, recordé un
cuento que me gustó mucho y habla sobre lo que te hace real, algo parecido a
“Pinocho” y que pudo haber inspirado a “Toy Story”, además de que recientemente
lo adaptaron a una película con el mismo nombre; se trata de “El Conejo de
Peluche” de Margery Williams.
Este cuento es ideal para Navidad
y se desarrolla partiendo con esta fecha. “El Conejo de Peluche” fue un regalo
que recibió un niño y como muchos de ellos, solo fue jugado algunas horas y
olvidado en el armario por mucho tiempo, en donde era discriminado por juguetes
caros que se consideraban reales por sus avances tecnológicos.
En ese contexto, un viejo caballo
de cuero le explica al protagonista que “Real no es cómo estás hecho”, es
“cuando un niño te ama por mucho tiempo, no solo para jugar, sino que REALMENTE
te ama, entonces te haces REAL.” Así que cuando por azares del destino el
conejo llega de nuevo a los brazos del niño -que por cierto, padecía fiebre
escarlatina- supo lo que era sentirse querido y vivo, pero los conejos reales
también lo discriminaban porque no vivía en realidad.
¿Entonces qué es lo que nos hace
reales o nos mantiene vivos? Sin duda no es la tecnología de los juguetes, que
se puede traducir en capital o solo el hecho de respirar, como los conejos
silvestres: es ser querido e incluso admirado lo que nos hace vivir a través
del tiempo, tal y como cuando Tetis pidió por su hijo Aquiles y Zeus le ofreció
la gloria de la guerra de Troya.
Aunque como bien le advirtieron
al héroe griego, la gloria vendría con su muerte; igualmente, le dijeron al
Conejo de Peluche: “Para cuando eres Real, has perdido la mayor parte del
cabello de tanto amor, y tus ojos cuelgan, y las articulaciones se te han
aflojado, y estás muy gastado. Pero estas cosas no importan en absoluto, porque
una vez que eres Real no puedes ser feo, excepto para la gente que no
entiende”.
Concluyo invitándoles a leerles a
sus pequeños este cuento y mantener vivo el espíritu navideño, así como a no
molestarse con personas que carecen de tacto para expresar sus creencias: no
todos tenemos la oportunidad de crecer en un hogar amoroso en donde la fantasía
es parte de ser autentico, porque lo que es real no puede ser irreal de nuevo,
esto dura para siempre.
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