La Esquina Rota: La Casa de los Famosos y “El precio de la democracia” / Francisco Félix Durán

 Diario de Chiapas

Muchos son los que han comparado la votación de La Casa de los Famosos con la participación ciudadana en la elección presidencial del 2018, en donde ejercieron su derecho al voto poco más de 56 millones 600 mil ciudadanos, contra 40 millones 500 personas que participaron para que ganara su personaje favorito, en donde la hoy famosa Wendy Guevara se llevó la simpatía de 18 millones de fans. La votación de la última emisión de este programa representa el 71 por ciento del cómputo final en las pasadas elecciones federales, así que quien diga que se votó más en este show, es falso.

Mencionado lo anterior, es justo decir que quienes votaron en La Casa de los Famosos lo hicieron desde la comodidad de sus hogares a través de internet y algún dispositivo de su preferencia, además de participar menores de edad y quienes eran suscriptores de VIX podían hacerlo hasta 10 veces. Dicho esto, sería interesante que algún día pudiéramos hacer esto con la total certeza y seguridad en una Jornada Electoral, pero déjenme decirles que estamos a años luz de que esto sea posible.

La principal razón es porque en las elecciones tienen derecho a participar todos los mayores de 18 años que cuenten con su credencial para votar vigente, pero si se pretendiera hacer vía internet, en México solo el 68.5 por ciento de los hogares cuentan con este servicio según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI). Por otra parte, si las elecciones de nuestro país son tan caras, es debido a todos los mecanismos de seguridad para dar certeza a cada elección, implementados por el Instituto Nacional Electoral (INE).

En ese contexto, supongo que nadie debería ver problema en el gasto que garantice una elección, pero en donde el descontento es claro, es en el gasto millonario usado en las campañas de los candidatos y en las prerrogativas de los partidos políticos que, a diferencia de La Casa de los Famosos, no va a ganar quien tenga mayor simpatía, sino el que tenga más dinero. “En la democracia, el que paga gana”, dice Julia Cagé en su libro “El precio de la democracia”.

En “El precio de la democracia”, la autora analiza los riesgos de que el dinero público y privado coloquen en la discusión pública a ciertos actores, definiendo de esta manera el rumbo de una elección; además de que, si cada persona es un voto, cuánto cuesta ese voto y por qué muchos lo venden.

Del mismo modo, analiza la falta de representación ciudadana en las candidaturas y la baja participación de los jóvenes, que en México representan más del 30 por ciento de los electores, mismos que prefieren abstenerse sin saber que existe un voto duro y que no votar es la peor manera de cambiar su futuro. “Y es que, en esta democracia siempre gobiernan los mismos, solo cambia el maquillaje”, canta Ska-p en “España va bien”.

En ese sentido, Cagé ofrece una alternativa para dar el poder al ciudadano y una manera segura de sentirse representado, sin que intervengan inversiones fuera de la ley en las campañas políticas y son los cheques democráticos. Esto significa que en lugar de darles a los candidatos una cantidad de dinero para sus gastos de campaña, esto se dividirá entre cada ciudadano con derecho a votar y serán ellos quienes entreguen el cheque al candidato de su preferencia para dichos actos. Esto además de permitir llevar un mejor control del gasto, garantiza la presencia de las clases populares en los escaños de poder.

Del mismo modo, la autora argumenta que en Seattle, desde las elecciones municipales del 2017, cada ciudadano recibe cuatro cheques para donarlos a los candidatos de su preferencia, dineros que surgen del cobro de un impuesto territorial y como Cagé menciona, su libro habla sobre los gastos de la democracia, pero hay muchas más cosas de qué hablar, como es la participación ciudadana, misma que se incrementó en Seattle, específicamente de las juventudes que sentían el poder de decidir al entregar los cheques democráticos.

Finalmente, me gustaría mencionar que, así como el catolicismo es más tradición que devoción en México, así debería ser la participación ciudadana, esto debido a que muchos cumplimos los sacramentos de la iglesia porque desde pequeños nos los han enseñado. ¿Se imaginan qué pasaría si cada que fueran a votar, lo hicieran en familia?

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