Muchas son las películas que denuncian la problemática del
narcotráfico, especialmente en los poblados en donde las autoridades fueron
rebasadas o compradas, dejando siempre una sociedad indefensa y temerosa.
Algunos de estos filmes que podría recomendar por estar entre mis favoritos,
son “Heli” y “Noche de fuego”, de los mexicanos Amat Escalante y Tatiana Huezo,
respectivamente.
Pero hoy, vamos a hablar de un filme que se popularizó desde su presentación en Cannes, tras una larga ovación y que trata el mismo tema, desde uno de los tantos ángulos en que se vive la violencia en nuestro país, se trata de “La civil”, de la directora rumana Teodora Mihai, que inspirada en Elizabeth Rodríguez Martínez, nos cuenta la historia de una madre que no descansará hasta hallar a su hija viva o muerta.
El argumento es algo que vemos en las noticias casi a
diario: Cielo es la madre de una jovencita secuestrada y a pesar de haber
pagado el rescate no es devuelta, por lo que decide emprender una investigación
con sus propios recursos y hacer una alianza con el ejército mexicano, sin más
ayuda que su voluntad.
En las diversas escenas vemos mensajes con otras denuncias,
como las falsas promesas de los políticos pintadas en las paredes, mujeres
revictimizadas y culpadas por su manera de vestir o actuar, la falta de
confianza en las autoridades de seguridad pública, la pobreza ejemplificada en
la rapiña a tráileres volcados y las diversas formas de operar de los grupos
criminales, ya que no solo trafican drogas, también existe el cobro de piso,
secuestros y trata de personas.
En lo particular y acorde a la temática del filme, tuve la
oportunidad de visitar el Centro Regional de Identificación Humana de Coahuila,
en donde con un hueso encontrado, incluso carbonizado, se puede identificar a
la víctima tras estudios de ADN y muestras que otorgan las familias que buscan
a sus seres queridos, dando consuelo a quienes tienen la fortuna de hallarlos,
porque si algo es necesario en nuestra sociedad, son los rituales de despedida
para ayudar a aceptar la realidad de la muerte.
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