La Comisión de Bienestar Animal del Congreso Local de la
Ciudad de México, ha propuesto una iniciativa que pretende el fin de la fiesta
taurina, actividad cultural y económica que genera una derrama de 6 mil 900
millones de pesos al año, además de miles de empleos directos e indirectos en
la plaza más grande del mundo: la Monumental Plaza de Toros México.
Pero ¿cómo surge la tauromaquia y cómo llegó a nuestro país?
En el libro “El espejo Enterrado” de Carlos Fuentes, este gran escritor
mexicano nos cuenta que Hércules cruzó por la Península Ibérica hacia África,
en búsqueda del ganado rojo de Gerión (ser mitológico con tres cabezas, torsos
y brazos, unidos por un par de piernas).
Esta tarea era la décima de sus doce trabajos y al asesinar
al monstruo regresó a su país con el ganado, dejando parte del mismo en
agradecimiento por la hospitalidad del pueblo español durante su instancia, por
lo que en honor al héroe griego, una vez al año sacrificaban un toro.
Así es como Fuentes, expresa que Creta es el lugar donde se
originan las corridas de toros, reconociendo a Teseo como el primer matador de
la historia al vencer al Minotauro, pero a su contemporáneo Hércules le
adjudica el llevar la mitología del toro a España, símbolo de fuerza y
fertilidad.
De este modo, el ritual establecido en honor a Hércules, con
el tiempo se convirtió en un ritual pagano celebrado los domingos después de
misa, llevando a cabo el mismo sacrificio en una arena donde todos se sentían
identificados por la pobreza y el mismo sentir, con un príncipe vestido de
luces enfrentando a la bestia, el único autorizado a matar porque él mismo se
expone a la muerte.
España, conquistada por judíos, árabes, griegos y romanos
nos entrega su tradición, que mezcla muchas otras y al conquistarnos forma
parte de nuestra cultura. Lamentablemente, aunque el toro muere con honor y es
reconocido, al igual que los gladiadores romanos, su gloria y muerte es para
diversión del pueblo.
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