
Esa mañana, en
tanto su mujer terminaba de tostar las tortillas que sobraron del día anterior
para echarlas en su taza de café, José María pensaba en que ahora sí podrían
comprar “Corn Flakes” de verdad. Le parecía un milagro que entre 600 millones
de personas que compraron un cachito a 500 pesos, él haya resultado ganador y
en silencio agradeció a San Pascualito. Mientras
desayunaba, recordó la conversación con su compadre Pedro sobre qué pasaría si
ganaba el avión y sabía que todo lo que le había aseverado era verdad. El avión
no podría llevarlo a su colonia, porque necesitaría una pista de aterrizaje y
en caso de que pudiera aterrizar en la avenida, lo más seguro es que se poncharían
las llantas con tanto bache y su talachero no tendría parches de esa medida. Tampoco
podría habitarlo, ya que al medir 57 metros de longitud, no cabría en su
terreno de 10 por 20 metros que sigue pagando en Berriozábal. Mucho menos
podría volarlo, él al ser chofer, se negaba rotundamente a la idea de que
alguien más piloteara su avión.
Al anochecer tomó
un autobús a la ciudad de México, apenas y junto los 450 pesos del pasaje. No
le pidió permiso a su jefe el diputado Cruz de Dios, quien al preguntarle su
opinión sobre el sorteo de la lotería, expresó que el avión era como el
elefante que el rey Juan III de Portugal le obsequió a Maximiliano II
de Habsburgo. José María no entendió el chiste, pero se carcajeó junto con
él. Durante el viaje, iba pensando en la sorpresa que le daría a su patrón.
En las
instalaciones de la Lotería Nacional, lo abordó un funcionario de primer nivel
del que nunca se grabó su nombre, «ha de ser bien codo», pensó. “El Codo”,
le dio una serie de instrucciones y un escrito para leer. Así que después de
las cientos de fotos y un discurso que ensalzaba la figura del Presidente de la
Republica, José María fue llevado atrás de las mamparas de donde salió con una
sonrisa confortante, despidiéndose con un fuerte abrazo del funcionario
federal.
Al regresar a
Chiapas, lo hizo en avión y su compadre fue a recibirlo al aeropuerto Ángel
Albino Corzo:
— ¡Iday vos
chito! ¿Viniste en tu avión? —preguntó Pedro al verle.
—No compadrito,
ya lo vendí ya, hice un negocio —respondió el recién llegado.
— ¿Y onta la
paga? Con la camisa que te fuiste volviste y huele a piscaguado, mínimo otra
una te hubieras comprado.

— ¡Ah burro! Que
ya pagar por tenerlo guardado. ¿Qué puctas es eso del ISR?
—No lo sé, pero
mi amigo “El Codo”, me dijo que para apoyarme me compraba el avión por esa
cantidad y acepté.
— ¡Sos vivo
pinche Chema! —Gritó emocionado Pedro—. ¿Qué vas a hacer con tanto dinero?
—De entrada nos
vamos a ir de vacaciones su familia y la mía a Puerto Arista, yo invito —aseguró
abrazándolo— Después voy a terminar de pagar mi terrenito y a parar una mi casita.
—Poné un tu negocio
también.
— Ya lo tengo
todo calculado, le voy a comprar un elefante a un tal Maximiliano, al pobre lo
anduvieron paseando porque representaba un problema —dijo José María de manera
fatua— voy a cobrar 100 pesos por verlo y 200 por montarlo —añadió con una
sonrisa pícara.
Una semana
después en "La Mañanera", se anunciaron dos importantes noticias: El Gobierno de
México con base en la austeridad republicana, adquirió un avión a un costo
mundialmente histórico de tan solo millón y medio de dólares, garantizando que
esta compra generará ahorros importantes en traslados por cuestiones de giras.
Asimismo, lo obtenido en la rifa del avión presidencial, servirá para la
creación de nuevos programas de apoyos sociales para quienes más lo necesitan.
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