Publicado en El Heraldo de Chiapas el 31/01/2017
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Con un título
contundente, provocativo, definitorio, David Tovilla publica su más reciente
obra narrativa: “Bragadicto”. Después de seis libros con temáticas diversas,
vuelve a entregar un volumen de literatura erótica. Ahora, centrado en la
afición por coleccionar prendas íntimas femeninas, calzones o bragas. Ahí están
esos personajes libres, con determinación, asociados a la vida real y no a la
fantasía o la idealización. Estaciones del tren del erotismo que no puede
detenerse para siempre. Más historias recreadas con destreza para vivirlas a
través de su lectura…
-David. Mantienes
la misma idea de narraciones diversas, denominadas con el nombre de una mujer…
-Sí. Es un estilo.
Los libros se diferencian por los motivos comunes. Las narraciones del libro
anterior tenían en común los juguetes sexuales que, en estos tiempos,
magnifican la intensidad de un encuentro carnal. “Bragadicto” expone un gozo fetichista.
Apreciar, oler, conservar como un tesoro esas telas derrumbadas en el combate
sexual. ¿Por qué hacerlo? Como siempre, hay que combatir la hipocresía. ¿Cuándo
has encontrado alguien que asuma así, con orgullo, una devoción fetiche? Ocurre
que es mucho lo que no se dice y se hace. Por ejemplo, como se apunta en la
narración de “Camila”, se ha incrementado el comercio de las pantaletas usadas.
Puedes encargarlas a modo: días de uso, actividades, con fluidos o no. El
mecanismo del mercado en pleno: hay oferta porque existe demanda. Puedes
conseguir bikinis hasta de personalidades públicas que, con naturalidad, sin
prejuicio, ponen a la venta algo que satisface a sus fans. Eso es la vida real,
no cuentos.
-Eso se
escucha más sofisticado, pero es común que los hombres busquen quedarse con
calzones femeninos.
-No creas en
la supuesta sofisticación. Ese atractivo por poseer lo femenino está por todos
lados. Recuerdo el caso de un robo. En las inmediaciones de una vivienda,
construían otra. Un día, fue claro que los albañiles hicieron una incursión en
la casa habitada. Resulta que sólo se llevaron las pantaletas que estaban
tendidas en la azotea. El voyerismo no tiene clase social. Además, no es sólo
una conducta. La mirada es un acto. Puedes participar en el placer con mirar. El
texto “Valentina” de “Bragadicto” trata de eso. En ocasiones, la comunión
erótica no es sexual. Es decir, no llega al encuentro de los sexos y permanece
en la complicidad entre quien exhibe y quien ve. Ahí están miles de cuentas de
mujeres hermosas que todos los días muestran su cuerpo en las redes sociales y
que por cada tantos “me gustan” premian con más cachondería a sus seguidores.
También, está el éxito de ese periodismo calzonero que está pendiente de cuando
alguien tiene un accidente y muestra sus calzones. Videos de esto tienen
millones de visitas en internet. Eso es voyerismo: mirar, espiar, asomarse.
-En alguna
parte dices que “Bragadicto” es un homenaje a uno de tus libros favoritos “El
museo de la inocencia” de Orhan Pamuk. La cita inicial es de él: “Los objetos
que nos quedan de los momentos felices guardan con mucha más fidelidad que las
personas que nos hicieron vivir esa dicha el placer de su recuerdo, sus
colores, sus impresiones táctiles y visuales” …
-Sí. Es un
libro que me marcó desde su primera lectura. Es un suceso porque Pamuk no sólo
concibió la historia y los detalles de un muestrario. Creó el Museo. Existe y cada
ejemplar de su libro constituye un pase de entrada a éste. Es más, en sus
últimas páginas deja el apartado para el sello de la probable visita del
lector. Pero, más allá de eso, tal como se asienta en esa referencia que
aludiste, el personaje de “El Museo de la inocencia” atesora casi con obsesión
todo aquello que tenga que ver con un instante luminoso entre él y su amada. Es
un libro enorme que cuestiona toda la educación sentimental tradicional. Señala
aquellas decisiones que se hacen por inercia, por el deber ser. Cuestiona
concepciones lineales, verticales, sobre el tiempo, el amor. El protagonista
Kemal Bey colecciona hasta colillas de cigarro que fumó su adorada; el narrador
de “Bragadicto” recopila bragas que, en su mayoría, le regalan sus dueñas, para
conservarlas en ellas. Pamuk es muy atinado. Mi texto “Ximena” abre con otra
frase suya: “En realidad, nadie sabe que está viviendo el momento más feliz de
su vida mientras lo vive”. Es absolutamente cierto. Todo adquiere dimensión en
perspectiva.
-Es usual que
tus textos eróticos tengan un protagonista que narra en primera persona. En la lectura de “Bragadicto” hay algo más
que da mayor énfasis a las historias…
-Sí, el
tiempo. Es parte del ejercicio narrativo. Todo está narrado en primera persona
y en tiempo presente. Se trató de eliminar todo verbo pasado, de manera que acudes
a la narración en tiempo real, semejante a una película. Es como si vieras el
filme “Bilbao”, de Bigas Luna, en donde ves la acción y se suma la alocución
del personaje en ese momento que hace algo. El tiempo presente es la clave de
“Bragadicto”.
-Es un libro
con más ilustraciones. Incluye una guía de estilo de todo tipo de calzones femeninos…
-Tuve la
fortuna que la fotógrafa rusa Veronika Lyubimova decidiera participar en el
proyecto para colocar sus fotos entre una narración y otra. La guía de estilo
tiene hasta un fin didáctico. Hay mujeres que me han confiado que no conocían
la tanga sin hilos. Y, contrario a lo que pudiera pensarse, de mis lectores,
ellas constituyen la mayoría. Quién sabe si no se debe a “Cincuenta sombras de
Grey”, malísimo como literatura, pero exitoso en ventas, por lo que, en este
momento, son más las mujeres quienes se interesan por la literatura erótica.
Las líneas de
presentación que hace David Tovilla del gusto por las bragas es mejor
transmitírselas íntegras al lector. Esto es “Bragadicto”: “El aroma de las
bragas es inigualable. No es el simple olor de la tela, detergente o
suavizante. Es la combinación con el cuerpo que las usa. Sólo las prendas
femeninas inferiores huelen a deseo. Los brasieres carecen de la misma magia
provocadora, tal vez porque no tienen el mismo significado. Ellos caen sin
remordimiento. Los senos se muestran hasta por festejos. En cambio, retirar una
braga es una definición. Un triunfo de la sexualidad. Una invitación a la
posesión. La verdadera libertad. La esperada totalidad. Única testigo de facilidad
o resistencia. Prueba la rendición de los temores. Constata la emoción.
Evidencia la vertiente del ardor carnal. Tesoro para un bragadicto: lo soy.
Conservo cuatrocientos ochenta y seis calzones. La mayoría regalados con
generosidad. Sus dueñas se marchan divertidas. Los menos, hurtados en un
descuido. Ellas salen extrañadas e inquietas. Trescientos noventa y ocho
usados. Setenta y seis salidos de un guardarropa. Doce perfumados y guardados
en cajas herméticas para conservarlos intactos. Variedad de diseños, colores,
manchas, tamaños, condición. Mi mejor momento: revisarlos, aspirarlos,
colocarlos sobre mi almohada, dormir con el efluvio. Recordar quién, cuándo,
dónde, cómo. Vivir ese presente perpetuado. Las esencias adheridas a una
prenda. Unos labios vaginales que devuelven el esperma. Una negra mata de
vellos púbicos. Una grieta femenina con movimiento palpitante. Unas posaderas
saltarinas al menor esfuerzo. El penetrante sudor mezclado con jugos humanos. Viven
en las bragas. Vivo con ellas.”
@fcofelixd
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