Al entrar a la gubernatura en 1892, encontró las arcas
vacías, la deuda pública elevada y una situación alarmante con proveedores y
sueldos de trabajadores
Cuando Emilio Rabasa fue recibido en el despacho del
presidente Porfirio Díaz en Palacio Nacional a inicios de noviembre de 1891,
para recibir el nombramiento como gobernador de Chiapas, tenía 35 años de edad
y seis meses. Había nacido en mayo de 1856 y poseía una exitosa carrera
profesional y docente. Por su cercana amistad con varios personajes políticos,
había sido sugerido con el Presidente y considerado entre los tres candidatos
para ocupar la gubernatura, que finalmente consiguió. Tenía el puesto que había
anhelado desde que fungió como diputado local en San Cristóbal.
Perfil
Rabasa había llegado a la Ciudad de México en 1886 a los treinta años, y ya
contaba con una trayectoria impresionante en varios ámbitos, mejor que varios
paisanos veteranos que buscaban oportunidades. Había estudiado derecho en el
Instituto de Ciencias y Artes de Oaxaca, recibiéndose en 1879. Comenzó su
carrera política como síndico del Ayuntamiento de Tuxtla. En 1881 fue diputado
local en San Cristóbal y al siguiente año, director del Instituto Ciencias y
Artes del Estado en esta gélida ciudad. Entre 1883 y 1885 en Oaxaca, fue juez
de lo civil, secretario particular del gobernador Mier y Terán y diputado
local.
Al cambiar su lugar de residencia a la Ciudad de México cultivó buenas
relaciones que le reconocen su talento y capacidad en la abogacía y lo
respaldan para ascender puestos de manera vertiginosa. Es defensor de oficio,
Agente del Ministerio Público y Juez de lo Penal, posteriormente Juez 1º. de lo
Criminal; era además, desde abril de 1888, profesor de Economía Política de la
Escuela Nacional de Comercio.
También destacó como escritor y periodista. Compartía su gusto por la
literatura con su paisano Ángel Pola, con quien escribe en El Diario del Hogar
y colabora desde su fundación en El Universal, de su amigo Rafael Reyes
Espindola. Colaboraba con otro paisano Víctor Manuel Castillo, en su revista de
jurisprudencia. Sus aptitudes literarias se ven plasmadas en sus novelas: La
gran ciencia, La bola (1887), El cuarto poder y Moneda falsa (1888).
Esta dedicada y exitosa personalidad correspondía únicamente a alguien dedicado
a dos ámbitos: su familia y su carrera. La vida de Rabasa en la capital era
modesta, sin lujos; vivía en la casa marcada con el número 4 del Puente de San
Francisco con Mercedes su esposa y sus hijos. Ángel Pola describía su vida así:
"[...] lo que hay que ver es su gabinete de estudio, es otra prueba de su
humildad a más de la que dan su trato y carácter. Con decir a ustedes que es un
cuartito desnudo [...] lugar en que horas enteras, de día y de noche pasa
escribiendo y leyendo. Lo que hay es bien poco: una mesa-escritorio al ladito
derecho de la puerta con sus hombros cargados de tomos, enfrente un estante
congestionado de libros [...] A ras de la mesa están sus armas: el tintero, la
pluma [...]"
Su exitosa carrera lo colocó desde julio de 1891 en la prensa de la capital
como posible sustito del ministro de Justicia, aunque ya había sido presentado
con el presidente Díaz y éste veía en él un buen sustituto de Manuel
Carrascosa, gobernador que se había visto envuelto en un problema financiero
grave y otro familiar que le había causado mala reputación para 1890.
Su proyecto estatal
Designado como gobernador, Rabasa llegó a Chiapas "con la espada
desenvainada", tenía un gran proyecto político y de desarrollo, conocía el
estado y su desenvolvimiento político desde que fue síndico en Tuxtla y
diputado local en la entonces capital San Cristóbal de las Casas.
Su arribo a esta ciudad fue controvertido y encontró el rechazo de muchos
grupos poderosos. Su primera acción fue revisar las finanzas que estaban en
bancarrota, había una deuda considerable con los proveedores extranjeros de un
proyecto fallido del ferrocarril en Tonalá. El saliente gobernador Manuel
Carrascosa había saqueado los pocos recursos existentes. Su primera acción
contundente, fue cambiar la residencia de los poderes a Tuxtla Gutiérrez,
argumentando "alto costo de los productos en las tierra altas, la apatía
de los cristobalenses, la influencia del clero y la importancia comercial de
Tuxtla". Este cambio reorientó geográficamente a Chiapas hacia los valles
centrales y hacia la carretera costera hacia la capital del país y ciertamente
fue un motivo de discordia política hasta 1911 cuando genera un conflicto entre
ambas ciudades.
Otra acción inmediata fue organizar una policía rural estatal que dependería
directamente del gobernador para reducir el bandolerismo; reemplazó a casi
todos los servidores públicos y jefes políticos; acabó con el cacicazgo de
Sebastián Escobar en Tapachula y medio para acabar con el control que ejercía
el viejo caudillo Julián Grajales en la Frailesca. En 1893 estableció el
distrito administrativo de Motozintla para acabar con los conflictos entre los
departamentos de Comitán y Soconusco.
En lo fiscal, suprimió los impuestos municipales sobre el comercio en tránsito,
suprimió las alcabalas que contribuyó a la expansión del comercio en todo el
estado. Nombró una comisión especial para estudiar la estructura impositiva y
el sistema de recaudación. Aumentó los avalúos a la propiedad rural y redujo y
prorrateó la propiedad y los impuestos comerciales y mejoró los procedimientos
de recaudación a través de una oficina general de tesorería. El programa fiscal
fue un éxito pues los ingresos del gobierno se duplicaron en dos años.
Con más recursos procuró un programa de obras públicas que iba desde
construcción de caminos hasta escuelas. Inicio la construcción de la primera
carretera de la frontera con Oaxaca, pasando por Arriaga, Tuxtla Gutiérrez,
Chiapa de Corzo, San Cristóbal y Comitán hasta la frontera con Guatemala, esta
línea benefició a la agricultura.
Convencido de la división de las tierras como estimulo para el crecimiento de
la agricultura, promulgó y puso en vigor una medida que dividía todas las
tierras ejidales en parcelas privadas. Los jefes políticos recibieron
instrucciones de organizar comisiones municipales que vigilaran la división y
venta de los terrenos.
Su programa educativo fue ambicioso. El presupuesto del estado para la
educación se elevó de los 7 mil pesos a 40 mil. Fundó la Oficina General de
Instrucción Pública para certificar las nuevas escuelas y la certificación de
maestros y la creación de planes y programas de trabajo. También agregó un nuevo
impuesto destinado a las escuelas primarias municipales y una ley que obligaba
a los terratenientes a mantener una escuela primaria en caso de que en su
propiedad hubiese más de diez niños. Creo dos escuelas preparatorias del
estado, una nocturna de educación técnica y agrícola para indígenas en San
Cristóbal y dos bibliotecas públicas.
Moraleja
Emilio Rabasa estableció un modelo, sentó precedentes y creó un programa de
reforma política y desarrollo económico que recibió el apoyo de la sociedad.
Era visionario y eso demuestra que la juventud no está alejada del
profesionalismo. Sin lugar a dudas, la experiencia, trayectoria y logros
alcanzados a sus 35 años, cuando llegó al poder, es un ejemplo fehaciente para
el hoy gobernador electo. Ciertamente Chiapas no tiene la misma realidad de
aquellos años de Rabasa, sin embargo, los rezagos en muchos sectores parecieran
ser los mismos: salud, educación, vivienda, sistema fiscal, caminos; aspectos
que requieren la acción directa de un gobernante, con decisión para cambiar las
cosas.
Por ende, un gobernador idóneo, sin importar la juventud, es aquel que tenga en
su trayectoria, el conocimiento para desempeñarse en la vida pública,
administrativa, política y de gestión; que conozca cada rincón del estado, que
le conozcamos residencia de años en el estado y que posea un trabajo reconocido
con y por la gente, de resultados palpables y comprobables. No simplemente un
trabajo mediático.
Comentarios: narrativadelsur@hotmail.com
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