“El escape del
siglo” se titula la película que empezó a circular en el mes de enero. Se
ofrece como novedad en los puestos de cintas copiadas. Dice tratarse de la
recreación de la fuga de la fuga más conocida en el mundo, en 2015, de una
cárcel de máxima seguridad en México. En realidad ¿puede decirse algo más
después de cientos de horas en todos los medios de comunicación, con multitud
de detalles y visitas al túnel de escape? No parece. Lo que sí se perfila es la
inercia de la celebración. ¿Cómo puede llamarse el escape de un siglo que aún
le faltan ochenta y cinco años? ¿Cómo le denominarían al hecho, si volviera a realizarlo,
ahora, en circunstancias de mayor adversidad para el personaje? No son
cuestionamientos que se hacen porque el material se enlista en aquellos que
contribuyen a erigir, esculpir, la leyenda.
El 23 de
enero, Mario Vargas Llosa, en su artículo “Circo y periodismo”, inscribió en
esa lista a la multicitada entrevista de Sean Penn: “una exhibición de
egolatría desenfrenada y payasa y, para colmo, desbordante de simpatía y
comprensión hacia el multimillonario y despiadado criminal”.Líneas a modo, como
aquellos que entrevistan a personajes para que hablen de lo que fue la
Revolución Cubana pero sin interrogarlos sobre la Cuba de la actualidad.
Aquí, surge la
reflexión sobre la abundancia de series sobre las leyendas del narco. “El señor
de los cielos” tendrá este año su cuarta temporada y han anunciado dos más. Si
bien, la serie producida por Argos refleja muy bien todo el entramado de
corrupción internacional que sustenta, prohíja, las actividades ilícitas, al
final se genera una empatía con el personaje Aurelio Casillas y su entorno
familiar.No importan sus métodos, decisiones, porque él es todo. El público que
sigue la serie es de todos los estratos sociales y actividades laborales.Ahora,
el producto estrella del mercado de consumo son los antivalores y, en
consecuencia, el antihéroe, que la Real Academia Española define como “Personaje
destacado o protagonista de una obra de ficción cuyas características y
comportamientos no corresponden a los del héroe tradicional”. Ése que explica
muy bien Carlota West Colin, desde la Universidad de Sevilla: “No solo se trata
deun personaje incapaz de crear indiferencia, sino que el poder de atracción
del antihéroesupera los límites del agrado, pudiendo incluso llegar a generar
una especie deenamoramiento inconsciente en el espectador. De forma similar a
lo que ocurre cuandoleemos un libro, es curiosa la capacidad que tiene la
ficción audiovisual para atrapar porcompleto al que la contempla; de abducir a
aquel frente a la pantalla hasta el punto deabandonarse a sí mismo para,
durante unas horas, convertirse en otra persona. LasCiencias de la Psicología, del
mismo modo, encuentran en este fenómeno un interesanteobjeto de estudio y por
ello, las ramas especializadas en la comunicación se hanencargado de ahondar en
ello. ¿Qué hay en los personajes que despierta tal fascinación?O más bien, ¿qué
puede ocurrir dentro de nuestra mente para llegar a amar a unpersonaje tan
aparentemente poco deseable?
También
Natalia Marcos, lo detalló a la perfección en un artículo para “revistaV”: “La
nueva edad de oro de la televisión también es la era del antihéroe.El hombre con
problemas es el protagonista prototipo de esta era televisiva. Seres con una
moralidad cuanto menos flexible para los que el fin justifica cualquier tipo de
medio y dispuestos a lo que sea con tal de conseguir su objetivo. Sus
decisiones no siempre son las más adecuadas, y eso hará que tengan que soportar
sobre ellos sus consecuencias. Y también por eso los sentimos más cercanos que
los héroes al uso: nosotros también tomamos constantemente malas
decisiones.Ellos han hecho posible que en las historias creadas para la pequeña
pantalla nada sea blanco o negro, sino que lo que predominen sean diferentes
tonalidades de gris. Han conseguido que, a pesar de saber que son seres
despreciables, los espectadores se hayan sorprendido sintiéndose identificados
con asesinos, torturadores, traficantes, mafiosos y mentirosos compulsivos. ¿Y
si es que todos tenemos en nuestro interior un antihéroe encerrado y las series
solo nos lo ponen delante de nosotros?”
Y más. María
AlesandraPámanes, en “Reporte Índigo” considera que la proliferación de los
materiales audiovisuales constituyen un nuevo cartel de antihéroes que penetra
en los hogares, a partir de lo que denomina NarcoTV. En efecto, son parte de
las preguntas que deben realizarse: ¿qué deja el consumo de una serie y otra
cuyos contenidos son: violencia, actos delictivos, deshumanización, dinero
fácil, despilfarro? ¿Esos antihéroes del siglo XXI, en México, contribuyen a
generar un equivocado modelo aspiracional?...
Comentarios
Publicar un comentario