Me he propuesto
escribir un gran verso.
Empecemos, pues, por abandonar su tamaño
Digamos, bien, escribir un verso.
Sí, un verso: que reclame para sí inspiración
que, también, como Adán, nombre,
por vez primera,
a los cuerpos y las estrellas;
que, si lírico, extraordinario; que si filosófico, crítico.
Y, entonces, dispara Lord Byron:
nada más difícil que el principio;
quizá, tal vez, el final.
Pero Bretón reconforta:
todos los días,
al momento de disponerme a dormir,
a las maneras de Saint-Pol-Roux,
debo colocar un cartel en la puerta,
en el que se lea: El poeta trabaja.
Empecemos, pues, por abandonar su tamaño
Digamos, bien, escribir un verso.
Sí, un verso: que reclame para sí inspiración
que, también, como Adán, nombre,
por vez primera,
a los cuerpos y las estrellas;
que, si lírico, extraordinario; que si filosófico, crítico.
Y, entonces, dispara Lord Byron:
nada más difícil que el principio;
quizá, tal vez, el final.
Pero Bretón reconforta:
todos los días,
al momento de disponerme a dormir,
a las maneras de Saint-Pol-Roux,
debo colocar un cartel en la puerta,
en el que se lea: El poeta trabaja.
@roraquiar
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