Macbeth, de William Shakespeare,
sin duda deber ser un manual para cualquier político debido a que la ambición,
el poder y los falsos espaldarazos disfrazados de intereses mutuos- que en
realidad son particulares- pueden convertirnos en juguetes del destino, porque
como bien dijo Roosevelt: “en política nada ocurre por casualidad”.
En esta obra dramatúrgica clásica
se nos presenta a Macbeth, un noble escocés a quien le es anunciado por tres
brujas que será Rey de Escocia y a su amigo Banquo que no será monarca, pero sí
padre de un largo linaje de reyes. Así inicia esta historia en donde el hado te
dice que vas por la grande, pero no como será y con qué fin.
En ese contexto, las brujas que
representan a las Moiras griegas (pasado, presente y futuro), en realidad no
mintieron al decir que Macbeth sería rey, pero omitieron que, confiadas en los
bajos instintos naturales del protagonista y su esposa, adelantarían otro
destino más grande que trata de Escocia.
Así que presuroso y con el deseo
intenso de poder, persuadido por su esposa mata al rey Duncan para coronarse;
posteriormente manda a asesinar a su mejor amigo Banquo y también a la familia
de Macduff, un noble escocés que representa la moralidad y lealtad a Escocia,
pero que siempre sospechoso del actual monarca.
En nuestros días -y lo podemos
ver a diario en las noticias- el hado les dijo a muchos que mantendrían el
poder, pero no por cuánto tiempo y por eso vemos a príncipes que se amparan
contra posibles aprehensiones; nobles que son evidenciados por excesos de
poder, lujosas viviendas y viajes que contradicen sus principios; y grandes
figuras vinculadas al crimen organizado.
Por otra parte, hablando de
nuevos nobles, existen personas que sin mérito y mucho menos trayectoria,
ocupan cargos importantes para los fines del hado. Estos peones afortunadamente
en México no duran más de un sexenio. Algunos son olvidados, otros repudiados y
los menos afortunados terminan en la cárcel, porque su función era enriquecer y
ser la firma de quien los puso en donde están.
Finalmente, como escribió
Maquiavelo: “el fin justifica los medios” y las tres brujas de Macbeth
consiguieron su objetivo. Al leer esta obra descubrirás que ellas pueden
lavarse las manos, Macbeth tuvo libre albedrio.
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