La Esquina Rota: Cartas a un joven poeta y el amor propio / Francisco Félix Durán


Cuando hablamos de poesía, lo primero que viene a la mente de muchas personas es el amor, como si todo verso fuera sobre esta emoción o para incitarla. Lo cierto es que escribir sobre el amor es lo más complicado que existe, no solo porque es un tema recurrente y plagado de imágenes comunes, considerando que ya todo está dicho y que el verdadero reto sería “dar de si algo propio ahí donde existe ya multitud de buenos y, en parte, brillantes legados”, dice Rainer Maria Rilke, en Cartas a un joven poeta.

Este libro reúne una serie de cartas del escritor austriaco mencionado, que intercambió con un joven alemán quien tenía la aspiración de ser poeta, llamado Franz Xaver Kappus y aunque pudiéramos decir que logró su cometido, lo cierto es que es mayormente conocido por esta correspondencia. Las respuestas de Rainer se llevaron a cabo entre los años 1903 a 1908, desde Francia, Italia, Alemania y Suecia.

En cada carta existía una lección para el aspirante a poeta y la primera era no escribir sobre el amor, la razón según el autor es algo que hoy en día escuchamos mucho: el amor propio. Señala que amar es una posibilidad para que el individuo madure y sea algo en sí mismo, refiriéndose a reconocerse en soledad para convertirse en un mundo y no en crear uno para alguien más.

En este sentido, habla de las desdichas que pasan los jóvenes por la impaciencia de su naturaleza y en los vicios que podrían adquirir por no saber convivir o reconocer a la soledad como una aliada, además de expresar que la sociedad ha sabido crear refugios de todo tipo, porque, inclinada a tomar la vida amorosa como un placer, tenía que convertirla en algo fácil, barato, sin riesgos, seguro, como las diversiones públicas.

Del mismo modo, vaticinó el despojo de las convenciones de lo únicamente femenino, reconociendo a las mujeres como transformadoras de su estado y condición. En esta igualdad social y en pareja, ambos individuos se reconocen en soledad y esto es un progreso que transforma la vida amorosa, construyendo una relación de persona a persona y no de hombre a mujer, generando “aquel amor que consiste en que dos soledades se protejan, delimiten y respeten mutuamente”, subraya el poeta.

Por otra parte, invita a arriesgarse e ir más allá de las celdas de nuestra mente, esta es la única forma de poder escribir, ya que ser artista en realidad es un riesgo que muy pocos deciden afrontar o vivir con convicción. El secreto está en aceptar todo lo maravilloso e inexplicable que nos pueda suceder.

Finalmente, con la premisa de que somos soledad, debemos vivir y negarnos a las limitaciones. Después de todo, como bien indicó Rainer Maria Rilke: “deje que la vida vaya sucediendo y traiga lo que tenga que traer. Créame, la vida siempre, siempre tiene razón”.

 


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