Hace poco tuve la oportunidad de
llevar un taller con Juan Pablo Meneses, titulado Literatura y crónica:
periodismo narrativo. Si he de ser sincero, es uno de los dos talleres más
enriquecedores que he llevado y la razón es sencilla: regularmente los expositores
son personas que dominan la teoría, pero carecen de la experiencia que es la
que atrapa a los participantes. No es lo mismo decir ‘según fulanito y conforme
a tales estudios debemos hacer esto’, a escuchar historias interesantes con
diversos enfoques, soluciones, motivaciones para abordar los temas y sobre
todo, la crítica de nuestros trabajos para conseguir la autocrítica.
Durante el taller, Meneses nos
contó muchas historias que vivió en diversas partes del mundo y cómo las
vendió, desde la vaca que crió, hasta la FIFA pidiéndole una conferencia sobre
la compra de niños futbolistas. Algunas de estas historias y cómo las logró,
vienen en el libro Un día con Juan Pablo Meneses. No está de más especificar
que este autor se especializa en la crónica.
En ese contexto y centrándonos en
el texto mencionado, hallamos que, “para el cronista, la noticia es la anécdota
y la anécdota la noticia”. Esto quiere decir que el reportero hace la nota del
suceso, pero es el cronista quien a través de la anécdota nos mostrará a fondo
el suceso, ya sea desde su perspectiva o la de alguno de los protagonistas
-incluso de quienes lo vivieron a lo lejos- todas y todos tienen algo qué
aportar a la historia para hacerla más interesante y no solamente el hecho
central, que es lo que aparece en las notas relevantes.
Entonces ¿Qué es lo relevante de
una historia? Me gustaría ejemplificar con la poesía, mencionando las imágenes
comunes. Podríamos decir que, en el caso del robo de un banco, las imágenes
comunes son quién fue, cómo lo hizo, lo detuvieron o si escapó, con cuánto
dinero lo hizo. Esto es lo que vamos a encontrar en las noticias tras el
suceso; pero como cronistas, lo interesante sería contar la otra historia: el
móvil humano del robo o las emociones de quienes lo presenciaron, incluso la
familia de los ladrones tiene algo grande qué decir, porque nadie roba un banco
solo porque quiere dinero, todo viene de una necesidad y esta es la que se
podría contar.
Por otra parte, como bien
menciona en su libro Meneses: “Los contrastes son fundamentales en una crónica.
Alimentan por sí solos el relato”. Es aquí en donde la función periodística es
importante, en donde las cifras y datos duros sirven para comparar y alimentar
nuestra crónica, pero para captar la atención de las y los lectores.
Esto nos lleva a una de las
principales lecciones del autor: atrapar al lector desde el primer párrafo y
esto como sugerencia podría suceder con la técnica literaria in medias res, en
donde la narración inicia a la mitad de la historia, justo en la acción, tal y
como sucede en La Ilíada de Homero o bien, usar la técnica in extremis, que
implica iniciar con el final, como en Crónica de una muerte anunciada, de
Gabriel García Márquez. Al tratarse las crónicas de sucesos reales, puede que
muchos sepan qué aconteció o cómo terminó, así que lo importante es saber
narrarlo y brindar otra perspectiva de la historia, incluso si hacemos una
crónica literaria con algunos elementos de realismo mágico, esta no perdería la
veracidad.
Finalmente, concluyó con dos
lecciones importantes: la primera, es que la persona que quiere escribir
primero debe leer y una vez que escriba lo importante es publicar, no importa
si es gratuitamente, ya que lo relevante es aparecer y ser leído. Segundo,
mostrar los textos y un buen ejercicio es en lo talleres, toda observación por
muy crítica que sea puede ayudar a formarnos y sobre todo a generar la
autocrítica; si dominamos esto último, podríamos considerarnos del otro lado.
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