La Esquina Rota: El Último tango en Paris, un manual para amantes / Francisco Félix Durán


El último tango en Paris es un filme dirigido por el gran Bernardo Bertolucci, protagonizado por Marlon Brando (Paul) y Maria Schneider (Jeanne), en lo que es un clásico del cine que nunca ha dejado de ser controversial, además de que a mí parecer, es un manual para amantes.

Con el inesperado suicidio de su esposa, Paul, un hombre de aproximadamente 50 años, visita un departamento de alquiler en Paris, en donde se encuentra a Jeanne de 20 años, quien buscaba lo mismo y tras unas cuantas palabras hacen el amor en el lugar vacío.

En ese contexto, los protagonistas hacen un pacto: no tener nombres y no saber nada de lo que suceda fuera del departamento, solo importa encontrarse ahí furtivamente y dejarse llevar por los placeres, sin importar la pena de Paul por el suicidio de su esposa y que Jeanne está comprometida con el director de una película que protagoniza.

¿Por qué digo que es un manual para amantes? La razón es sencilla: toda relación inicia con el erotismo y la sinopsis de la película podría resultar excitante para algunos, pero todo erotismo puede trascender al amor e incluso converger, así es que los encuentros furtivos corren riesgo si se infringen las normas del apasionante trato.

Esto le sucedió a Paul, quien se enamora y se olvida del secretismo de los nombres y comienza a indagar lo que sucede afuera de la habitación. Por su parte, Jeanne no piensa cargar con los achaques de un hombre mayor y los traumas que dejó el suicidio de su esposa, ella está enamorada y comprometida, solo se dejó llevar por los momentos eróticos de la habitación en Paris y así era feliz porque no todo gusto lleva al amor.

El reto, en realidad, para cumplir la fantasía de los amantes sin nombres es no enamorarse, ni cargar los encuentros con cotidianidades o sucesos negativos que de alguna manera afecten la amistad erótica. La regla principal es sencilla: “Tú y yo nos vamos a encontrar aquí. Sin saber nada de lo que pase ahí fuera. Vamos a olvidarnos de todo”.

No puedo concluir este texto sin mencionar la escena de la mantequilla, en donde el personaje de Schneider fue sodomizada y abusada en la vida real, situación que con el estreno de la película en 1972 se vio minimizada por dos grandes figuras de la historia del cine como son Bertolucci y Brando, pero que afortunadamente con el movimiento Me Too se convirtió en un símbolo de violencia sexual en el cine.

Lamentablemente, la protagonista tras el filme vivió una vida de depresión y adicciones que terminaron con su vida en el 2011, sin saber que su denuncia traería grandes cambios a la industria y uno de ellos son los directores de intimidad, que ayudan a filmar escenas sexuales.

 


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