El último tango en Paris es un
filme dirigido por el gran Bernardo Bertolucci, protagonizado por Marlon Brando
(Paul) y Maria Schneider (Jeanne), en lo que es un clásico del cine que nunca
ha dejado de ser controversial, además de que a mí parecer, es un manual para
amantes.
Con el inesperado suicidio de su
esposa, Paul, un hombre de aproximadamente 50 años, visita un departamento de
alquiler en Paris, en donde se encuentra a Jeanne de 20 años, quien buscaba lo
mismo y tras unas cuantas palabras hacen el amor en el lugar vacío.
En ese contexto, los
protagonistas hacen un pacto: no tener nombres y no saber nada de lo que suceda
fuera del departamento, solo importa encontrarse ahí furtivamente y dejarse
llevar por los placeres, sin importar la pena de Paul por el suicidio de su esposa
y que Jeanne está comprometida con el director de una película que protagoniza.
¿Por qué digo que es un manual
para amantes? La razón es sencilla: toda relación inicia con el erotismo y la
sinopsis de la película podría resultar excitante para algunos, pero todo
erotismo puede trascender al amor e incluso converger, así es que los encuentros
furtivos corren riesgo si se infringen las normas del apasionante trato.
Esto le sucedió a Paul, quien se
enamora y se olvida del secretismo de los nombres y comienza a indagar lo que
sucede afuera de la habitación. Por su parte, Jeanne no piensa cargar con los
achaques de un hombre mayor y los traumas que dejó el suicidio de su esposa,
ella está enamorada y comprometida, solo se dejó llevar por los momentos
eróticos de la habitación en Paris y así era feliz porque no todo gusto lleva
al amor.
El reto, en realidad, para
cumplir la fantasía de los amantes sin nombres es no enamorarse, ni cargar los
encuentros con cotidianidades o sucesos negativos que de alguna manera afecten
la amistad erótica. La regla principal es sencilla: “Tú y yo nos vamos a
encontrar aquí. Sin saber nada de lo que pase ahí fuera. Vamos a olvidarnos de
todo”.
No puedo concluir este texto sin
mencionar la escena de la mantequilla, en donde el personaje de Schneider fue
sodomizada y abusada en la vida real, situación que con el estreno de la
película en 1972 se vio minimizada por dos grandes figuras de la historia del
cine como son Bertolucci y Brando, pero que afortunadamente con el movimiento
Me Too se convirtió en un símbolo de violencia sexual en el cine.
Lamentablemente, la protagonista
tras el filme vivió una vida de depresión y adicciones que terminaron con su
vida en el 2011, sin saber que su denuncia traería grandes cambios a la
industria y uno de ellos son los directores de intimidad, que ayudan a filmar
escenas sexuales.
Comentarios
Publicar un comentario