No hay labrador que pueda ganarse
el pan, por mucho que los dioses tenga siempre en la boca, si no se da él mismo
al trabajo.
Las mujeres aman a sus maridos;
no a sus hijos.
Debéis juzgar a un hombre por la
noble rectitud de sus costumbres. Gentes así edifican las ciudades y los
hogares.
¡Bien sabido es que los hijos
nacidos de la misma madre tienen características iguales!
¡Hijo mío, ahora que estás en
desgracia, no hay amigos para ti! ¡Qué raro es hallar a quien comparta con nosotros
lo mismo la dicha que el infortunio!
Necio es el hombre que un hogar
invade y con mujer ajena se entrelaza, si está pensando que le será fiel.
Necio es el hombre que un hogar invade
y con mujer ajena se entrelaza, si está pensando que le será fiel. Si con ella
más tarde se casa, ha de tener en cuenta que la misma fidelidad que le guardo
al marido ha de guardarle a él.
La riqueza es bien muy pasajero:
por brevísimo tiempo la tenemos. Lo que vale es una índole que dura: no la riqueza.
¡Una mujer que, al partir el
esposo, ya está ataviando y acicalando su hermosura, no es mujer honesta!
Mal que se obra es como un
contraste necesario para ser virtuoso.
Quien atiende al oro y la altura
para casarse, es loco. ¡Nada hay tan bello como un hogar modesto que atesora
una esposa leal!
De quien es pobre, nadie quiere ser
amigo.
¡Cierto es: Un dios hace justicia
cuando lo marca el destino!
¡Vivid felices! Poder vivir
alegre y no sucumbir al golpe del destino es para los mortales ser dichoso.
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