El 17 de septiembre del 2015,
desperté con la noticia del fallecimiento de Eraclio Zepeda. Partió en la
madrugada a la edad de 78 años surcando los cielos de Chiapas, porque déjenme
decirles que el estado que lo vio nacer y fallecer cuenta con muchos cielos: Los
hay azules, naranjas, dorados y rosados. Así como con nubes gélidas, aborregadas
que anuncian sismos, heraldos de “Elver” y exhalaciones divinas. Por ello esta
Cróninorna trata de Don Laco y mis encuentros con él a tres años de su adiós.
Para quienes tuvieron el privilegio
de conocerlo o escucharlo. No me dejaran mentir cuando digo que si bien en sus
historias se describen paisajes, costumbres y tradiciones de Chiapas. Con una
narrativa clara, atrayente y envolvente, que ahora forman parte del acervo
cultural de nuestro estado. No había nada como escucharlo hablar de sus
escritos o contando anécdotas. La primera vez que lo escuché no sabía quién
era, fue en una feria del libro en la capital chiapaneca. Quedé anonadado con
su maestría en el juego de las palabras y en su destreza para transportarnos a
mundos que sin conocerlos, una vez aterrizados descubríamos que siempre
habíamos sido habitantes de ese lugar
pero solo había cambiado el cielo.
Aquella tarde dorada del 2011 que
lo vi y escuché por primera vez, adquirí su libro “Benzulul”. El tiempo siguió
su cauce y era muy común encontrarlo en eventos culturales, sobre todo en
presentaciones de libros. Era algo cotidiano para los asistentes, que
resultaban ser los de siempre tomarse fotos con él. Don Laco jamás se negaba a
saludar o fotografiarse con sus admiradores, su afabilidad era reconocida por
todos.
En el 2015, para ser precisos un
jueves seis de agosto con unas nubes que anunciaban la llegada de “Elver”. Samuel
Revueltas y yo, nos dirigimos a casa de
Eraclio Zepeda cita previa y cada uno con un interés en particular. Revueltas
quería entrevistarlo para un programa especial del Sistema Chiapaneco de Radio,
Televisión y Cinematografía, con motivo del 123 aniversario de Tuxtla como
capital del Estado. Por mí parte, en aquel entonces tenía una AC llamada “Don
Chico que vuela”, titulada así por uno de los cuentos más populares de Don Laco
(promovía la lectura). Así que pretendía dos cosas: pedirle apadrinará mi AC en
una presentación oficial y entrevistarlo sobre quién era Don Chico. La tarde de
aquel jueves, el protagonista de esta historia salió a recibirnos sin camisa
para decirnos que debíamos posponer debido a un llamado urgente del Gobernador.
Por qué mencionó lo de la camisa, porqué me impresionó verlo. Jamás había visto
un marcapasos traslucido bajo la piel y
me hizo pensar en la inmortalidad de las letras y en lo perecedero de los cuerpos.
El arte de la palabra lleva la gloria consigo.
El sábado siguiente, fuimos
citados por el escritor a las 10 de la mañana. El cielo lucía despejado pero
las sabanas no. Pasé por Revueltas y seguía durmiendo, así que en lo que se
alistaba pensé en ir a comprar un libro de Don Laco para que me lo
autografiara. Lo hice porque quedaba más cerca la librería José Emilio Pacheco
que mi casa y porque tenía varías fotos con él, pero ningún autógrafo. Llegamos
a la cita hora y media después. Entramos a su casa y su esposa, la poetisa Elva
Macías lucía molesta y con justa razón. Incluso insinuó que se cancelara la
entrevista, debido a que debían tomar un vuelo y ya no les daría tiempo.
Nerviosos, esperamos a que Don Laco nos dijera algo. «Quedamos más temprano,
pero siéntense. Comencemos…», con ese exhorto la paz regresó a nosotros e
iniciamos. Por mi parte le hice la propuesta de apadrinar mi AC y respondió que
sí, pero una vez que volviera de México. Comentó estaría allá hasta diciembre.
Sobre Don Chico, dijo que estaba inspirado en un señor que habitaba en Comitán
y que quería volar. «Nunca hubo un Chico que vuela, pero ahora por fortuna Don
Chico vuela todos los días», concluyó. “Para mi nuevo amigo Francisco Félix con
un abrazo. Eraclio Zepeda”. Escribió en la antología “De la marimba al son y
otros cuentos” que llevé esa mañana. Esa fue la última vez que lo vi y seis
semanas después falleció, el lamentable suceso fue politizado pero recibió
todos los honores merecidos.
El 14 de enero del 2017 regresé a
su hogar. La razón era entrevistar a la poetisa Elva Macías sobre su vida y
obra, esperando también me contará algo de Don Laco. Estaba por iniciar con un
espacio semanal en Televisa Chiapas para hablar de arte y cultura. Por ello
decidí que en mi primera intervención conversaría de esta distinguida pareja y de
su importante aporte a la literatura mexicana. Cuando entrevisté a la poetisa y
literalmente compañera de vida de Zepeda, me pidió que solo grabará audio y sin
imágenes. Me contó sobre su estancia en China y Rusia, así como de figuras
importantes de la literatura que fueron sus amigos como Pablo Neruda y Juan
Rulfo por mencionar a algunos. “El rapto más largo de la historia” fue lo que
más llamó mi atención. Resulta que nuestro protagonista regresó de un viaje en
donde fue miliciano defendiendo la Revolución Cubana y se halló con una Elva
adolecente. Se enamoraron y se casaron sin permiso de los padres de la novia.
Por cuestiones laborales emigraron a China y desde allá anunciaron las buenas
nuevas. Cuando Paris raptó a Helena, solo tuvo que navegar de Troya a Grecia. Análogamente
cuando Don Laco “rapto” a Macías, cruzó todo el mundo. Don Laco le denominó “el
rapto” al suceso, porque se acostumbraba solicitar el consentimiento de los
padres de la futura esposa para poderse casar. Con esa historia inicié mi
primera participación en Televisa Chiapas un jueves 19 de enero del 2017, gracias
al espacio concedido por Efraín Zebadúa, amigo y reconocido comunicador
chiapaneco. Desde entonces todos los jueves hablamos de literatura y en más de
una ocasión de Eraclio Zepeda.
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